domingo, 26 de julio de 2009

Patria querida

En los últimos años de mi vida siempre me he sentido como un bicho raro en las conversaciones sobre el tema "verano".
Lo que para todo el mundo es descansar, fiesta, vacaciones...para mí significaba venir a casa (que siempre viene bien), dejar Madrid, separarme de gente durante casi tres meses, calor insoportable, y por supuesto...estudiar. Al contrario que la mayoría de la gente yo me quedo con el resto del año.
Aun así este verano está siendo diferente en algunos aspectos.
He visitado Asturias en la mejor compañía; la sidra, los praos, el mar, esas agujetas en la tripa de reir...la semana se pasó volando y cuando me quise dar cuenta ya estaba aquí de nuevo.
Visitamos muchos lugares increibles y nos alojamos en Avilés gracias a la hospitalidad de Andrés. Disfruté de él todo lo que no pude hacer casi el curso pasado y sé que seguiré haciéndolo cuando llegue septiembre, ya que estaremos más cerca que nunca.
Lo primero que conocimos fue (a parte de Avilés, claro) la playa de Salinas.

Después de un fin de semana festivo (botellón en los soportales de una Iglesia, por ejemplo), fuimos a visitar la capital, Oviedo. Me encantaron sus calles, sobre todo el casco antiguo y la catedral de San Salvador.
Y cómo no...nos hicimos la procedente foto con el señor Woody Allen, bueno, con la estatua que él mismo inaguró en su día.


(alguien le ha robado las gafas al pobre Woody)

Desde que conozco a Andrés había tenido curiosidad por esas "fiestas de prao" de las que tanto nos hablaba, asi que por fin pude comprobar lo que eran en primera persona. Casi 24 horas de fiesta contínua; primero en el prao y al caer la noche bajamos al pueblo (Pola de Siera) donde seguimos hasta que aguantamos. De esto mejor no pongo ningún documento gráfico.

Nuestra próxima y última parada fue Gijón, que lo visitamos dos días. Creo que me enamoré de esa ciudad.Tras estos días, cuesta asimilar la vuelta a la realidad. Volver a casa, pensar en estudiar, ir a los mismos lugares. El verano puede ser muy largo o muy corto, según se mire.
Echar de menos a la gente que quieres es bueno, lo duro empieza cuando sientes que vas acostumbrándote a echar de menos a esas personas, es como si algo se apagase.
Yo no me acostumbro a echar de menos a esa persona que pronto volverá de Los Ángeles con millones de historias para contarme.
Respecto a lo demás...espero que esto sea pasajero y que no se apague, pero me sigo preguntando si realmente merece la pena.


PD: Millones de gracias a Andrés y a la chica de pelo azul por hacer de estos días lo mejor del verano.